Que lindo es esta pelotudez de no saber muy bien ni la hora ni el día, que lindo que no se si tengo que trabajar o si no, que lindo cuando el mundo se ve por la ventana, que lindo que es esto de alimentarnos del olor a las sábanas y que linda que estás vos.
Pero el olor a sábanas solo me estaba alimentando poéticamente y la realidad era que me habías hecho perder muchas energías en las últimas horas y en los últimos tiempos, así que aunque dudé en dejarte sola en mi cama confié en que esta vez no ibas a desaparecer.
Había huellas de nosotras por todos lados, mi departamento merecía ser una pieza de un museo lésbico, pero no te gusta esa palabra, que sea entonces un museo sexual o que sea un museo de amor o que directamente no sea una pieza de museo y sea simplemente algo tan sencillo como el lugar en donde pasamos ya no se cuantas horas.
Mientras me preparaba el café pensé en que realmente no había pasado tanto tiempo, que tus idas y vueltas habían dilatado una historia que era tan sencilla como te ves ahora, durmiendo y soñando desnuda. Y me dan ganas de despertarte pero sigo revolviendo con la cucharita intentando imaginarme que va a pasar cuando te despiertes, porque se fehacientemente que vos tampoco te alimentas del olor a sábanas, que indudablemente vas a vestirte y que no vas a quedarte eternamente desnuda como a mi me gustaría.
Entonces mejor dejo el café, dejo la pieza de museo intacta y me acuesto al lado tuyo, así tan simple y así tan desnudas.
Pero el olor a sábanas solo me estaba alimentando poéticamente y la realidad era que me habías hecho perder muchas energías en las últimas horas y en los últimos tiempos, así que aunque dudé en dejarte sola en mi cama confié en que esta vez no ibas a desaparecer.
Había huellas de nosotras por todos lados, mi departamento merecía ser una pieza de un museo lésbico, pero no te gusta esa palabra, que sea entonces un museo sexual o que sea un museo de amor o que directamente no sea una pieza de museo y sea simplemente algo tan sencillo como el lugar en donde pasamos ya no se cuantas horas.
Mientras me preparaba el café pensé en que realmente no había pasado tanto tiempo, que tus idas y vueltas habían dilatado una historia que era tan sencilla como te ves ahora, durmiendo y soñando desnuda. Y me dan ganas de despertarte pero sigo revolviendo con la cucharita intentando imaginarme que va a pasar cuando te despiertes, porque se fehacientemente que vos tampoco te alimentas del olor a sábanas, que indudablemente vas a vestirte y que no vas a quedarte eternamente desnuda como a mi me gustaría.
Entonces mejor dejo el café, dejo la pieza de museo intacta y me acuesto al lado tuyo, así tan simple y así tan desnudas.
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