viernes, 26 de marzo de 2010

No-tatuaje


Yo lo supe, lo sabía. Para vos es una pena que yo no sea obra de tu imaginación. Para vos yo valía mucho más como fantasía que como realidad. Para vos yo era fantasía o nada.

Yo amaba tus manos con uñas comidas y la voz que ponías cuando hablabas con tu gato. Amaba la sonrisa que se te escapaba cuando hacías un chiste y la manera en que tu cuerpecito se tumbaba sobre la moto cuando doblabas. Amaba a Luciana-persona cuando emergías de aquel lugar y me mirabas. Cuando me mirabas vos.

Yo amaba que quisieras escribir conmigo aunque no haya durado nada. Porque, amor de mi vida, yo sé que cometí el peor de los pecados. Yo te robé la fantasía, esa Ana misteriosa y fascinante. Te robé el derecho de sufrir por esa mujer extraña y malvada, te estafé porque yo era humana y nunca me lo perdonaste.

Me amaste a medias, si algo me amaste. Y eso, amada mía, nunca deja marca.

sábado, 20 de marzo de 2010

Literal

Te regalé una tetera china con dos tacitas. Sólo dos.
Como en cámara lenta te ví abrir el paquete -para vos ese regalo era yo misma- y en tu cara no se veía más que culpa y vergüenza, la culpa del desamor, la vergüenza de reconocer que yo era un capricho, la culpa de verme como persona y despreciarme, el desprecio.

En cámara lenta dijiste:

1- Qué lindo
2- Mi amor

... y destruiste el símbolo de lo que existía sólo para mí.

Voló por los aires misteriosamente y brilló la tacita mínima: blanca y celeste, con dibujos chinos como laberintos. Creo que en ese momento supe que había adivinado el final cuando compré las tacitas. Sólo dos.

Vos rompiste una y Benicio me miró a mí. A vos no, a mí. Y la habitación se llenó de símbolos. No quedó lugar para el aire -ni para mí-

Las dos actuamos como si fuera cierto cuando dije:

-las cosas son cosas, mañana compro otra.

Tengo una tacita china guardada en un cajón. Sólo una.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cobardía

Óleo de mujer con sombrero

Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura
debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.


Veo una luz que vacila

y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.

Veo más: veo que se perdió

La cobardía es asunto

de los hombres, no de los amantes.

Los amores cobardes no llegan
a amores,
ni a historias,
se quedan allí.

Ni el recuerdo los puede salvar
,
ni el mejor orador conjugar.


Una mujer innombrabl
e
huye como una gaviota

y yo rápido seco mis botas,

blasfemo una nota
y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,

que le puedo cantar su canción.


Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,

corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno,
me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,

y ahora lloro por verla morir.
Silvio Rodríguez

lunes, 8 de marzo de 2010

Exilio

Durante el tiempo de este duelo extraño, me será necesario pues sufrir dos desdichas contrarias: sufrir porque vos estés presente (sin cesar, a pesar tuyo?, de herirme) y entristecerme porque estés muerta (tanto, al menos como te amaba). Así me angustio (viejo hábito) por una llamada telefónica que no llega, pero debo decirme al mismo tiempo que ese silencio, de todas maneras, es inconsecuente, puesto que he decidido despreocuparme: pertenece solamente a la imagen amorosa de tener quien me telefonee; desaparecida esa imagen, el teléfono, suene o no, retoma su existencia fútil.
(¿El punto más sensible de este duelo no es que me hace perder un lenguaje, el lenguaje amoroso? Se acabaron los “Te amo”.)

Versión modificada de Roland Barthes, "Fragmentos de un discurso amoroso"