sábado, 20 de marzo de 2010

Literal

Te regalé una tetera china con dos tacitas. Sólo dos.
Como en cámara lenta te ví abrir el paquete -para vos ese regalo era yo misma- y en tu cara no se veía más que culpa y vergüenza, la culpa del desamor, la vergüenza de reconocer que yo era un capricho, la culpa de verme como persona y despreciarme, el desprecio.

En cámara lenta dijiste:

1- Qué lindo
2- Mi amor

... y destruiste el símbolo de lo que existía sólo para mí.

Voló por los aires misteriosamente y brilló la tacita mínima: blanca y celeste, con dibujos chinos como laberintos. Creo que en ese momento supe que había adivinado el final cuando compré las tacitas. Sólo dos.

Vos rompiste una y Benicio me miró a mí. A vos no, a mí. Y la habitación se llenó de símbolos. No quedó lugar para el aire -ni para mí-

Las dos actuamos como si fuera cierto cuando dije:

-las cosas son cosas, mañana compro otra.

Tengo una tacita china guardada en un cajón. Sólo una.

No hay comentarios:

Publicar un comentario