Como en cámara lenta te ví abrir el paquete -para vos ese regalo era yo misma- y en tu cara no se veía más que culpa y vergüenza, la culpa del desamor, la vergüenza de reconocer que yo era un capricho, la culpa de verme como persona y despreciarme, el desprecio.
En cámara lenta dijiste:
1- Qué lindo
2- Mi amor
... y destruiste el símbolo de lo que existía sólo para mí.
Voló por los aires misteriosamente y brilló la tacita mínima: blanca y celeste, con dibujos chinos como laberintos. Creo que en ese momento supe que había adivinado el final cuando compré las tacitas. Sólo dos.
Vos rompiste una y Benicio me miró a mí. A vos no, a mí. Y la habitación se llenó de símbolos. No quedó lugar para el aire -ni para mí-
Las dos actuamos como si fuera cierto cuando dije:
-las cosas son cosas, mañana compro otra.
Tengo una tacita china guardada en un cajón. Sólo una.
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